Nunca se separó de su pisapapeles
Lo tenía desde que empezó a trabajar, siempre en su mesa, en todos los despachos en los que había estado. Era una de aquellas bolas de cristal con un pequeño decorado recortable de cartón dentro, una parada de autobús con gente esperando, aterida de frío, con nieve que caía sobre sus cabezas. Ya empezaba a tener cierto valor histórico o al menos sentimental, lo devolvía a su infancia cuando la contemplación de aquella estampa lo trasladaba a otro mundo, ahora sentía la nieve de los años congelando su alma mientras esperaba el bus en la penúltima parada.